Los Secuestrados Venezolanos y la Supremacía de la Geopolítica
- khosomoso
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Los Secuestrados Venezolanos y la Supremacía de la Geopolítica
Omar Hassaan

El regreso de los 252 venezolanos secuestrados en el vertedero fascista en El Salvador, y los siete niños y niñas recién repatriados, son simplemente parte de una realidad más amplia, una inédita en las relaciones internacionales, pero que de todas maneras es una que pocos reflexionan y analizan adecuadamente. Nos referimos aquí a un plan, elaborado e implementado por un Estado para repatriar a una parte de su población, luego que esto se haya lanzado en grandes aventuras para buscar empleo en otros países, y en vez solo encontraron miseria, pobreza y xenofobia: El Plan Vuelta a la Patria del Gobierno Bolivariano. Este plan inició en el año 2018, mucho antes de la coyuntura actual, por lo cual no es un asunto meramente coyuntural, sino una política dedicada y consistente del Estado venezolano. Este plan, obviamente, no posee beneficios geoeconómicos algunos para el Estado venezolano.
Ahora bien, la gran abrumadora mayoría de las políticas exteriores de los países occidentales, suelen enfocarse en obtener beneficios geoestratégicos o geoeconómicos, lejos de las necesidades de las clases empobrecidas de sus sociedades. Estas políticas son definidas en primer lugar por criterios netamente geopolíticos, para dominar corredores estratégicos, vías marítimas y rutas claves para el comercio internacional, como también para el dominio sobre los recursos naturales, y las inmensas ganancias que están generan para los cofres estatales y de las empresas multinacionales. Las acciones de estos países siempre poseen una lógica netamente geopolítica, buscando siempre incrementar el poder y las riquezas del Estado y de las elites económicas. La máxima de las políticas exteriores de estos países es la indiscutible supremacía de lo geopolítico, sobre todas las otras consideraciones.
No solamente los países occidentales, pero muchos otros en América Latina y el Caribe, definen sus políticas exteriores en base a la supremacía de las consideraciones geopolíticas. De acuerdo con estas visiones, los migrantes no fueron “expulsados” de sus países de origen por parte de estos gobiernos, por lo cual sus condiciones en otros países son solo problemas de ellos mismos, y nada que ver con los gobiernos. Naturalmente, atender a estos asuntos no traerá ganancias para el Estado y las elites socioeconómicas, más bien es un peso económico innecesario que no contribuye a fortalecer el Estado ante los demás actores políticos internacionales, por lo cual no forma parte de la política exterior de estos gobiernos.
Pero contrario a la máxima de la supremacía de la geopolítica, el Gobierno Bolivariano utiliza sus pocos recursos económicos – son pocos, a raíz de la guerra estructurada en contra de la sociedad venezolana, a través de las medidas coercitivas unilaterales – para rescatar a la cantidad más grande posible de los migrantes que no lograron rehacer sus vidas en los distintos países de América Latina y en Estados Unidos. Las logísticas y los costos de la misión Vuelta a la Patria, solo generarán gastos financieros para el Estado, sin “abrir” nuevas vías marítimas y comerciales o nuevos accesos a recursos naturales. Lo que sí hace es demostrarle al pueblo venezolano que la lógica de la política exterior del Gobierno Bolivariano no surge de la “supremacía de la geopolítica”, sino de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, la cual indica que la “soberanía reside intransferiblemente en el pueblo, quien la ejerce directamente en la forma prevista en esta Constitución y en la ley, e indirectamente, mediante el sufragio, por los órganos que ejercen el Poder Público”.
No obstante, existen ciertas consideraciones geopolíticas que se pueden leer de estos últimos intercambios de personas entre Estados Unidos y Venezuela. En primer lugar, las partes negociantes son los gobiernos de estos dos países, y el gobierno de El Salvador es meramente un carcelero, con poca o nula agencia política propia. Otro asunto es que la llegada de los venezolanos secuestrados en El Salvador a la patria, confirmó que nunca fueron miembros de bandas delictivas, sino ciudadanos como muchos otros que migraron en búsqueda de trabajo en el exterior, y fueron víctimas del terrorismo de Estado perpetrado por la administración política del Señor Donald Trump.
Más importante, por más “ilegítimo” que se pretende insistir - por parte de Estados Unidos y sus aliados - que es el Gobierno Bolivariano, el gobierno de Estados Unidos sigue negociando y tratando con este, ya que las realidades en el terreno siguen indicando claramente que, tanto la primera farsa de Washington – la del “treparejas” de la antigua Asamblea Nacional y su “interinato” – como la segunda farsa – la del anciano y su amiga frustrada que insisten en que “ganaron” las elecciones presidenciales del 2024 – no han generado resultados tangibles, y la única autoridad en Caracas sigue siendo el Gobierno Bolivariano. No solamente eso, pero debemos recordar que esta no es la primera (ni será la última) vez que Washington negocia directamente con Caracas, y con cada negociación, queda claro que Caracas cumple; es decir, es un actor confiable, diplomáticamente (muy al contrario que Estados Unidos, por ejemplo).
Poco a poco, se desvanecen los irrelevantes actores que, por instrucciones y coordinaciones de Washington, fomentaron el caos contra Venezuela después de julio de 2024. En lugar de estos actores irrelevantes, se despeja el escenario internacional para revelar lo que muchos comentaristas tienen décadas indicando: el conflicto entre Caracas y Washington es netamente geopolítico, lejos de los alegatos de derechos humanos y de democracia. Es un conflicto de dominación y control, de esferas de influencias y de supresión de soberanías; es de recursos naturales, y, sobre todo, es de alianzas geopolíticas: los aliados más importantes de Caracas, son a la vez los contrincantes más peligrosos y poderosos de Estados Unidos: La República Popular China y la Federación de Rusia.
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