La Guerra Fría del Siglo XXI
Biden y la Continuidad de la Geopolítica Estadounidense
Omar Hassaan Fariñas
El conflicto obligó a Rusia a demostrar sus “colmillos”, los mismos que luego tendría que demostrar una vez más en Ucrania pocos años después, con otra “jugada” de Estados Unidos, esta vez con la ambición de arrebatar de los rusos el puerto de aguas profundas de Sebastopol, el mismo que desde 1783, contiene la base principal de la Flota rusa del Mar Negro. En pocas palabras, estos conflictos tienen que ver poco con las pequeñas republicas ex – soviéticas, y todo con los esfuerzos gringos de “estrangular” a Rusia geopolíticamente, para así poder consolidar su hegemonía global.
Esta rivalidad geopolítica es la que aun define una gran parte de las interacciones en el sistema internacional en la actualidad, y no va a desaparecer simplemente porque el Señor Trump salió – por los momentos – de la Casa Blanca. Desde la guerra mediática del Oeste contra la vacuna rusa contra el Covid-19 - Sputnik V - y hasta el uso de la OPAQ como instrumento político para acusar a Rusia de “envenenar” a supuestos disidentes que trabajan para las potencias occidentales, todos estos son productos secundarios de la Guerra Fría EEUU-Rusia y EEUU-China.
Es menester comprender que, al analizar eventos y sucesos en el ámbito internacional, siempre podemos encontrar un ángulo o una relación, directa o indirecta, con las rivalidades geopolíticas entre Estados Unidos, por un lado, y Rusia y la China por el otro. Aun en conflictos que de primera instancia no exhiben estas características, como por ejemplo el conflicto entre Azerbaiyán y Armenia sobre la región del Alto Karabaj (Nagorno Karabaj), o el conflicto entre Egipto y Sudán, por un lado, y Etiopia por el otro sobre la represa “Renacimiento” en el Nilo Azul, poseen una relación indirecta con la rivalidad geopolítica entre las tres potencias, de una manera u otra.
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