Elecciones Venezolanas y Medidas Coercitivas Unilaterales
Omar Hassaan Fariñas
En el 2014, se activó una serie de acciones desestabilizadoras y golpistas con el fin de derrocar el gobierno legítimo y constitucional de la República Bolivariana de Venezuela. No era el primer intento, lamentablemente tampoco fue el último. Lo notable de estas acciones – denominadas colectivamente como “La Salida” – no fue tanto la intensidad y la doble moral de sus autores intelectuales y materiales, sino la respuesta del Gobierno Bolivariano. Para entonces, los militantes y simpatizantes del gobierno que poseen poca prudencia, sabiduría y paciencia, no se cansaban de acusar al Presidente Maduro de “debilidad” y de falta de “mano dura” para ponerle fin a estas acciones. En vez, estos militantes que tanto cuestionaban la estrategia del Presidente Maduro, en vez exaltaban las acciones del entonces Presidente ucraniano “Viktor Yanukovych”, quien enfrentó lo mismo que enfrentaba el Presidente Maduro, durante el mismo tiempo. Ahora bien, seis años mas tarde, ¿Adonde está Yanukovych? ¿Y adonde está el Presidente Maduro?
Para entonces, el Presidente Maduro adoptó una estrategia que no dependía del “garrote” que tantos deseaban que él utilizaba – y que efectivamente abandonaron las filas del oficialismo a raíz de estas diferencias – sino del “bisturí”. El Gobierno Bolivariano tomó para entonces una serie de medidas, que si se analizan desde una óptica global, se puede discernir de estas una estrategia global bastante coherente y metódica, que no obedece a estímulos “mercuriales” o “apasionadas” y que ignora los impulsos instintivos más básicos y emotivos, a favor de la razón, la lógica, y sobre todo, la sabiduría en el manejo de esta agresión política, económica y social que enfrentamos todos los venezolanos. Podemos, por el momento, denominar el conjunto de medidas y acciones por parte del Gobierno Bolivariano como la “Estrategia de Maduro”, aunque en realidad, y si le preguntamos al mismo Presidente, nos diría que la misma fue, es y seguirá siendo, la estrategia del propio Comandante Hugo Chávez Frías.
Esta estrategia, simplemente, era una de paciencia y prudencia, dejando que el enemigo se desgaste en un enfrentamiento de Guerra de IV Generación, para neutralizarlo a través del desgaste y la ausencia de credibilidad, en vez de transformarlos en “mártires” y “víctimas”, justo lo que esperaba y anhelaba el Departamento de Estado. Siguiendo el concepto de enfocarse en el verdadero enemigo, concepto que el Comandante Chávez había definido sencillamente con la frase “Águila no caza mosca”, el Presidente Maduro estaba al tanto de que el enemigo nunca fue, no es y nunca serán los tristes fragmentos de confederaciones de tribus anárquicas que conforman la “oposición” en Venezuela, sino el trío genocida de la Casa Blanca - Departamento de Estados - el Pentágono. Para entonces, Venezuela se salvó por los sacrificios que se tuvieron que aguantar y sufrir, aplicando la estrategia prudente y paciente del Bisturí, en vez de la estrategia suicida y autodestructiva del garrote.
Se repite el caso, lamentablemente, desde el 2018 y hasta los momentos, cuando el mismo enemigo – el trío genocida antes indicado – se da cuenta que para derrocar al enemigo en el Sur – la Revolución Bolivariana – será necesario hacer lo que no se atrevió anteriormente: desgarrar y desgastar el propio sistema internacional y el derecho internacional que él mismo impuso después de 1945, para gestionar su “guerra fría” contra la Unión Soviética. Buscando el “beneficio” inmediato de destruir la Revolución Bolivariana, esta república imperial pagará el precio más tarde con el inevitable desgaste a mediano y largo plazo del sistema internacional pos-guerra, el mismo que le permitió actuar como un imperio, sin pagar el precio que todo imperio debe asumir: sobre-extensión y desgaste. Interesantemente, quizás ya está pagando ese precio, con su debilitamiento antes potencias como Rusia y China.
La embestida actual de Estados Unidos contra Venezuela y los gobiernos progresistas en América Latina es mas peligrosa que cualquier invasión militar. Para una embestida de estas proporciones (las cuales el Señor Bush hijo no se atrevió a imponer contra Venezuela durante sus presidencias), obliga a la Revolución Bolivariana a adaptar y desarrollar nuevos enfoques y acciones que permitan a Venezuela sobrevivir la brutalidad del ataque, el cual cuenta con acciones jamás antes vistas por parte de Estados Unidos, sus aliados en la región – altamente disciplinados y enfocados ideológicamente – y la “quinta columna” interna dentro del país, dispuesta a quemar todo para eventualmente “reinar sobre las cenizas”.
Iniciando con las conversaciones en Santo Domingo (2017-2018), la estrategia de Estados Unidos fue eliminar los procesos electorales (ya que sus secuaces no logran ganar estos), deslegitimar la democracia venezolana y el Gobierno Bolivariano y, finalmente, el Estado venezolano. Seguidamente, en conjunto con elementos domésticos, regionales e internacionales, aislar y luego sofocar al pueblo venezolano, para que sea este mismo quien se encargue de la destrucción sangrienta de su propio gobierno, sin tener que así sacrificar a sus valiosos “marines” o gastar demasiado dinero. Nunca fueron los grupos opositores que iniciaron esta estrategia, sino fue la decisión de Estados Unidos de darle una “patada” a la mesa del dialogo en Santo Domingo, y así iniciar una estrategia de destrucción de Venezuela que debería haber finalizado con Venezuela en llamas – como Ucrania estuvo en el 2014 – los venezolanos matando a su propio gobierno y sus órganos de seguridad, colapso total de la gobernabilidad y finalmente acciones de golpe militar, o la “huida” del Gobierno Bolivariano y la creación de un “gobierno interino”, encabezado por el seleccionado títere de transición (en este caso, el ex diputado de la Asamblea Nacional en desacato 2015 – 2020). Esto todo estaba agendado entre febrero (los camiones de la oposición en la frontera colombo-venezolana) y abril del 2019 (la llamada a la rebelión militar desde la Aeropuerto Francisco de Miranda (Base Aérea Generalísimo Francisco de Miranda (La Carlota)). Ya sabemos cómo todo esto terminó.
Seguidamente, con un liderazgo en la Casa Blanca cada vez mas autodestructivo de sus propias herramientas de “imperio” y con una necesidad de lograr una victoria en la política exterior que se le negaba en todos lados (Rusia, China, Turquía, Corea del Norte, incluso hasta en Alemania con Nordstream II), Estados Unidos se redujo a vulgares y muy mal planificadas acciones de magnicidios e invasiones con terroristas y mercenarios, en donde su más fiel aliado – la Casa de Nariño – quedó expuesto en toda América Latina. ¿Y cómo terminó el “ungido” de la Casa Blanca en Venezuela? Trepando las rejas de la Asamblea Nacional, desprestigiado internacionalmente por un acto de corrupción tras otro, y los únicos dos gobiernos que aún lo consideran “útil” son los de Estados Unidos y el de Colombia.
Pero es este punto que se desea resaltar para el lector. En el 2014, incluso antes con los supuestos “militares de la Plaza Altamira” durante la Presidencia del Comandante Chávez (por eso la denominamos la estrategia del Comandante Chávez), los meros “instrumentos” del único y verdadero enemigo de la Revolución Bolivariana no fueron destruidos, encarcelados, exiliados, asesinados o reprimidos. En vez, fueron desgastados, neutralizados políticamente y, finalmente, reducidos a la irrelevancia. Esto es el punto de la estrategia Bolivariana: desgastar los instrumentos de destrucción del enemigo, para poder sobrevivir sus múltiples embestidas.
Ahora bien, la contraofensiva Bolivariana a esta embestida en el 2014 poseía varios elementos de política exterior, naturalmente, pero a raíz de que la estrategia contra Venezuela de entonces dependía de fomentar el caos a través de los “agent provocateur” (agentes provocadores en francés), la dimensión internacional no fue la más importante, en esa instancia. Alternativamente, la dimensión internacional cobra inmensa relevancia durante esta nueva etapa (2018 – actualidad), ya que el ataque estadounidense depende de una embestida diplomática en todos los ámbitos multilaterales y a través de los gobiernos aliados (conservadores), una embestida socioeconómica a través de las medidas coercitivas unilaterales y las agresiones contra la moneda nacional, una embestida psicosocial a través de una de las campañas mediáticas mas destructivas (y sin fundamentos) que ha generado la prensa amarilla estadounidense (la cual ahora en el Siglo XXI es realmente global) y una embestida terrorista-militar a través de llamadas a la insurrección militar e infiltración de mercenarios.
El Gobierno Bolivariano se encontró, junto al pueblo, prácticamente sofocado casi hasta la muerte. Sin aliados internacionales como Rusia, China, Irán y Turquía, no hubiéramos sobrevivido una serie de embestidas coordinadas, las cuales hubieron aniquilado a otras naciones (el gobierno ucraniano del 2014 aguantó la embestida por un solo mes). Estas alianzas fueron construidas por el Comandante Chávez, y reformuladas por el Presidente Maduro, y la implementación de estas contó con una Cancillería altamente combatiente, a pesar del inmenso drenaje de recursos que ha sufrido esta y todo el Gobierno Bolivariano.
Es importante entender que el nuevo “bisturí” del Presidente Maduro ya no es la paciencia con las guarimbas – como fue en el 2014 – sino una doble acción de evitar el derrumbe socioeconómico y la ingobernabilidad, por un lado, y una infinita paciencia que poco a poco, logró “arrastrar” a que casi todos los factores que se prestaron para ser instrumentos de la política exterior estadounidense, para que ahora participen en los procesos electorales nacionales. Se sacrificó mucho, sin duda alguna, y no nos referimos a los sacrificios de hasta negarnos la importación de comida y medicinas, sino igualmente sacrificios personales del propio Presidente Maduro, como por ejemplo el de otorgar indultos a ciertas figuras políticas de la oposición. No obstante, todos estos fueron necesarios para llegar al proceso electoral que presenciaremos el 22 de noviembre de 2021.
El golpe que sufrió y sigue sufriendo Venezuela no es leve, solo que la mayoría de los venezolanos no logran comprender la magnitud de este, o las acciones que Estados Unidos tuvo que reducirse a realizar, para estrangular a los venezolanos y estimularlos a que salgan a las calles a asesinar al Gobierno Bolivariano, para complacer sus caprichos de “regime change”. El criminal sabotaje de la industria petrolera del 2002-2003 paralizó a Venezuela, pero solo duró dos o tres meses. Ahora imagínense este mismo paro, pero extendido a lo largo de los años, y combinado con tantas otras ofensivas destructivas. Es un milagro que Venezuela logró sostener esto, y para nada nos debe sorprender el precio que ha tenido que pagar por defender su soberanía. Incluso, Estados Unidos se redujo a ser un pirata en los altos mares, “atracando” buques para robar la gasolina y el petróleo venezolano, o solicitando a Gran Bretaña que pierda la confianza internacional que disfrutan sus servicios financieros, con la finalidad de robarle el oro al país latinoamericano. En los peores momentos de la Guerra Fría (la primera, de 1948 a 1991), Estados Unidos nunca se redujo a vulgares asaltos en el ámbito internacional y la mera piratería (claro, si robó billones de dólares en forma de las riquezas de otras naciones, pero de manera menos delincuencial).
Las elecciones del 22 de noviembre forman un eslabón en una larga cadena de acciones que colectivamente articulan la fase actual de la estrategia del bisturí del Presidente Maduro. No pueden verse fuera del contexto global de la lucha para salvar a Venezuela de una de las embestidas mas feroces que ha tenido que enfrentar en su vida republicana, quizás al par con las guerras federales del Siglo XIX. Agrupaciones que anteriormente formaban parte de la Revolución – y que ahora se alejan por rechazo a ciertas acciones del gobierno – no logran entender que no se puede continuar la Revolución, si estamos muertos, justo y precisamente lo que busca Estados Unidos lograr. Venezuela tiene que primeramente sobrevivir, para poder reimpulsar la Revolución Bolivariana. En el contexto de esta inmensa agresión, los sacrificios tienen que ser proporcionales al tamaño de la embestida, y quizás muchos aún no entienden el tamaño y la naturaleza del ataque que se gestó – y se sigue gestando tercamente, aunque ya quedó claro que fracasó – contra el pueblo de Venezuela.
Las elecciones del 22 de noviembre cuentan con todos los actores políticos del país. Quedaron pocos por fuera, autoexcluidos que en su amargura siguen gritando contra el viento, pero la gran mayoría participarán. Hasta los momentos, aun contamos con la participación como observador al socio minoritario de Estados Unidos en su agresión contra Venezuela, la Unión Europea. El objetivo del Presidente Maduro no es adquirir la aprobación estadounidense –ya ellos descalificaron las elecciones, a pesar de la participación de sus propios instrumentos en esta, y que el resto del planeta las apoya– sino “aislar” a Estados Unidos en su continua campaña para desacreditar
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