El Mundo Necesita un Trump
El Paradójico Declive de la Pax Americana
Omar José Hassaan Fariñas
Tabla de contenido
Después de cuatro años en la Casa Blanca, un grupo – quizás reducido – de observadores internacionales se siente bastante vindicado de sus predicciones sobre la Presidencia del Magnate estadounidense Donald Trump y los giros que ha tomado la política exterior estadunidense, en los últimos años. Lo que si sorprende es la incapacidad de muchos estadounidenses – tanto de las elites de la derecha “liberal” como la población en general– para comprender el llamado “fenómeno Trump”, su llegada al poder, su apoyo entre las clases laborales (mayoritariamente blancos o quienes se creen blancos) y la continuidad de su presencia en el poder, incluso hasta la posibilidad de ser reelecto, el año próximo. En realidad, no existe un “fenómeno Trump”, ya que esto implica reducir cambios estructurales en una sociedad a actuaciones específicas de agentes no-estructurales, como un hombre y su entorno político, entorno que suele ser altamente inestable a raíz de la condición de “revolving doors”[1] que caracteriza la actual administración política del gobierno del Magnate Trump.
Como siempre, los analistas convencionales suelen huir de conceptualizaciones estructurales y el análisis de las interacciones entre sectores sociales (por no decir clases), y atribuir todo tipo de cambios a elementos ya bien atomizados, individualizados y altamente descontextualizados. Las explicaciones convencionales evitan condenar el sistema y las estructuras existentes del poder, y en vez prefieren analizar causas y efectos de manera bastante mecánica, descontextualizada, y siempre a nivel de los átomos y las partículas, como si fuera que la realidad social es una reacción química.
Aun no se permite aceptar que el Señor Trump es una mera manifestación física y discursiva de varios elementos socioeconómicos, psicosociales e histórico-culturales previamente existentes en una sociedad, elementos que fueron progresivamente creados y/o engendrados por factores estructurales socioeconómicos, sociopolíticos y también – bastante importante esto – socioculturales, es decir, de la lenta pero segura evolución de las cosmovisiones de los anglosajones[2] en Estados Unidos, y del resto de la población que se adhieren a estas. Sin duda alguna, existen factores personales o individuales que influyen en los procesos sociohistóricos, pues nunca existen absolutos en los tradicionales debates sobre la estructura y la agencia[3]. La imagen que refleja el Señor Trump es quizás más llamativa para ciertos sectores de la sociedad estadounidense (los cuales poseen un peso desproporcionado en los arcaicos “colegios electorales” del sistema electoral estadounidense) durante esta etapa particular de su desarrollo y de su actual “zeitgeist”[4], en comparación con la imagen de la Señora Hilary Clinton, como también existen ciertas implicaciones de tener un inquilino de origen africano en la Casa Blanca por ocho años antes de la llegada del Señor Trump a esa misma casa del poder político estadounidense.
La evolución de las clases sociales en Estados Unidos, las inmensas transferencias de riquezas desde todas las clases sociales y hacia la clase o fracción de clase más afluente y adinerada, los cambios estructurales que sufre el sistema político estadounidense y la dramática reorientación financiera y política que se evidencia en el Estado estadounidense después del abandono del keynesianismo y la restauración de las políticas económicas neoclásicas, el cambio dramático en las precepciones sociales y socioculturales, a la vez de las leves pero significativas modificaciones en las concepciones del mundo de los estadounidense, son todos factores mucho más importantes y determinantes para comprender lo que banalmente se denomina el “fenómeno Trump”, que las caóticas e impulsivas vicisitudes de los tweets y las declaraciones del Señor en cuestión.
El documento actual no posee suficiente espacio (ni mucho menos ambición) para abordar estos grandes temas estructurales. En vez, deseamos hablar sobre el poder, cómo se entiende en sus dimensiones más tradicionales y crudas, y cómo efectivamente se ejerce, en sus formas más complejas y sofisticadas. Pero también no se trata de realizar una exploración sociohistórica sobre el poder en las sociedades humanas, con la finalidad de servir propósitos teóricos y conceptuales, sino para contribuir con nuestro modesto grano de arena en los debates sobre una incógnita del sistema internacional que nadie ha abordado de manera adecuada hasta los momentos: ¿Cómo se puede hablar de un declive imperial en relación con la potencia bélica más poderosa de la historia humana? ¿Cómo se puede hablar del “otoño” de la Pax Americana[5] – la “paz” que impone un imperio supuestamente unipolar (como el romano y el británico) – cuando ese país controla actualmente las organizaciones internacionales y los flujos del sistema financiero internacional? En este breve documento, las conclusiones sobre este paradójico declive nos llevará a una realización bastante espantosa, particularmente para los países y los pueblos del Sur: El Mundo necesita a un Trump.
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