“El Islam es Nuestra Política”: El Islamismo en la Primavera Árabe
Omar Hassaan Fariñas
El 17 de diciembre de 2010, un pobre (y joven, como la mayoría de los pueblos árabes) vendedor ambulante en el pequeño pueblo de Sidi Bouzid se auto-inmoló en protesta por la tiranía e indiferencia del sistema socioeconómico y político existente, y como un efecto mariposa, se encendió con él todo el Medio Oriente, iniciando un espasmo de cambios que cambiará la región para siempre.
El efecto de ese acto fue definitivamente mariposa[1]: el pueblo de Sidi Bouzid posee una población de 40.000 personas, en un país relativamente pequeño del norte africano, que posee 10 millones de habitantes (2.8% de la población total del Mundo Árabe – 355 millones de personas), y con una área de 163.000 km2 (1.23% de la área total del Mundo Árabe-13.333.568 km2). Las acciones del joven Mohamed Bouazizi, aparentemente insignificantes dentro del marco de los grandes acontecimientos de la historia humana, no obstante inició una ola de cambios que hasta los momentos demuestra un saldo impresionante: colapso del régimen del Presidente de ese país - hoy en el exilio; colapso del gobierno del Presidente de Egipto – encarcelado; destrucción total del proyecto político de Muammar El Ghadafi – asesinado (con la ayuda destructiva de la OTAN); caos y posibles guerras civiles en el Yemen y Siria, y fuertes protestas en Bahréin, Argelia y Marrueco, el gobierno de este último país introdujo una serie de reformas políticas significativas que antes de las protestas nunca se hubieran materializado. Más importante, la explosión de protestas en el Medio Oriente posee un factor de contagio más poderoso que la cólera, pues los movimientos de protestas M-15 (España), el O-15
(Mundial) y Occupy Wall Street (EEUU), todos son fieles herederos de la Primavera Árabe.
Siguen los temas tradicionales pendientes en la arena internacional: Los sionistas siguen masacrando a los palestinos, el gobierno de turno en la Casa Blanca sigue arrodillado ante los dictámenes de Tel Aviv, arrastrándose por los votos que aparentemente no los otorga el pueblo norteamericano sino las “mafias” políticas sionistas en ese país (vean el discurso del Señor Barack Obama en las Naciones Unidas en contra del Pueblo Palestino - 21/09/2011, o las declaraciones del Señor Newt Gingrich (candidato presidencial republicano) en las cuales informa que el Pueblo Palestino es un pueblo “inventado” y “terrorista” - 10/12/2011), mientras que los EEUU y sus aliados más sumisos preparan para la destrucción de Persia, igualmente para complacer los berrinches de los sionistas. Igualmente, y más allá del Medio Oriente, sigue la nueva guerra fría entre el gobierno ruso y los EEUU, junto al juego de ajedrez geopolítico mundial entre los EEUU y la China. Pero ahora muchos de estos conflictos se articulan, se perciben, y sobre todo se manejan, dentro del marco de una nueva y contundente realidad: el despertar del Pueblo Árabe, con todo lo positivo que implica (el derrocamiento de gobiernos despóticos) y todo lo negativo también (la intervención militar de la OTAN en Libia, y la intervención política y económica de gobiernos occidentales en el Yemen, Siria u otros países).
En este artículo no pretendo hablar de un tema que ya ha generado cantidades casi infinitas de artículos, reportajes, documentales y libros en todas las instancias y en todos los idiomas. En vez, modestamente se trata de un artículo informativo (pero que lamentablemente no queda exento de las opiniones, valores y criterios del autor) sobre uno de los aspectos más importantes de la Primavera Árabe: el islamismo político y su propagación legítima (es decir, electoral) en el Medio Oriente.
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